1
Cuando la necesidad ya no apremia,
podemos convertir la vida en algo así como un proyecto estético. Pero, si la
estética tiene que ver con la belleza, ¿cómo debemos actuar quienes hemos
nacido siendo feos? Qué condena. Nadie habla de la fealdad, como si no
gozáramos dando privilegios a los guapos e ignorando a los demás.
2
Muchas veces hablamos de profundizar
en algo cuando lo que en realidad hacemos es demorarnos, detenernos
en algo. Demorarse es un verbo más preciso, más justo. Si se habla de
una acción intelectual, implicar la profundidad —que tiene que ver con la
espacialidad e históricamente con cierta búsqueda de lo que está oculto— es
ambiguo, puesto que da por sentado que la reflexión nos va a conducir a un
punto más próximo a la verdad. Si rechazamos la idea de que la mayoría de
resultados de nuestros esfuerzos intelectuales tienen que ver con una verdad
absoluta, ¿no deberíamos abandonar el paradigma de la profundidad? Demorarse
tiene que ver con prestar atención, es decir, con una acción para la que
es necesaria mucha voluntad humana y cierta bondad. Demorarse es
conceder tu tiempo —si aceptamos que el tiempo se puede conceder, dar. Quien se
demora en un tema, no necesariamente profundiza, pero lo pone delante de sí
como objeto digno de estudio, con una actitud respetuosa.
3
Hay algo en la esperanza que me
recuerda mucho a la fe religiosa.
4
La estupidez humana respecto de las
demás especies animales es una moneda de dos caras. Una cara es la de la
industria cárnica, que produce a un ritmo frenético sin que los gobiernos tomen
la resolución radical de aumentar la producción de vegetales, cereales y frutas
destinada a seres humanos y reducir la de carne y pescado con tal de aliviar
problemas como el del hambre. Otra cara es la del delirio de domesticación: los
animales domesticados tomando las ciudades; sus propietarios tratándoles como
si fueran sus hijos, dejando de reconocer la singularidad de sus especies, la
diferencia de su relación.
5
6
La creación literaria es una cuestión
de extracción, como el petróleo. Uno tiene que estar atento a la voz interior
que le dictará su obra. No hay otra fuente para el arte que no sea el alma del
artista.
7
Me gusta dibujar monigotes en todos
lados. Considero importante hacerlo. Los dibujo desde la admiración por su
verticalidad. Los monigotes representan a los hombres, que se mantienen de pie
a pesar de los embates de la vida. Esa cualidad humana, esa resistencia, me
genera asombro, a la vez que esperanza, puesto que me demuestra que, pese a los
montones de mierda que nos rodean, no todo está perdido.
8
A largo plazo, querría un bigote como
el de Flaubert. Sus puntos se dirigían hacia la tierra, como señalando dónde se
debe mantener los pies.
9 o Un
hombre feminista
Entiendo la lucha LGBT+ como parte de
la lucha feminista. Lo que está en juego es el reconocimiento de las mujeres,
pero también, en un sentido más amplio, la igualdad entre las ideas de
femineidad y masculinidad. Así, no considero que los hombres solo podamos ser
aliados feministas, sino que también podemos vernos a nosotros como feministas
de pleno. En más de una ocasión, los machistas que han acosado a algunas de mis
amigas han sido los mismos que me han intentado dejar en ridículo; podría poner
muchos ejemplos y todos serían ilustrativos de cómo lo que se cuece en la mente
de alguien semejante es una idea de subordinación de la femineidad.
10
El plural mayestático alcanza una
dimensión muy sugerente cuando, en lugar de entenderse como una forma de
—supuestamente— impersonalizar el discurso, se ve como una muestra de que,
dentro de uno mismo, no hay unidad, sino una multiplicidad proteica y en
contradicción constante.
11
Dentro de mí, crece este yo que nada
tiene que ver con el ego. Un yo que me acompaña, que me habla, que reverbera
por mi cuerpo y será lo único que se pierda cuando muera. Este yo conversa con
alguien cada vez que pienso. ¿Pero quién es ese alguien? El interlocutor de mi
yo no está aquí, no es explícito. Es, simplemente, el misterio, el vacío,
aquello a lo que históricamente se ha dado mil nombres y sin embargo sigue sin
ser justamente determinado con palabras.
Mi yo es lo que queda cuando me
deshago de todas mis hipotecas, cuando olvido mi pasado. Es lo que me permite
respirar hondo y distanciarme de lo que he vivido y lo poco que me queda por
vivir —siempre nos queda poco por vivir, frente a la eternidad.
12
Hay un suelo (sòl) natal, ¿pero hay
un sol (sol) natal? ¿La luz que calienta mi piel, mis muebles, mis paredes, mis
seres queridos? ¿Hay una luz particular que es la que recibo cuando estoy en
casa? Sin duda, el sentimiento de amparo guarda una estrecha relación con la
calidez y la luz, puesto que, incluso bajo un cielo muy nublado o en medio de
una tormenta, uno deja de notar el frío desde que se da cuenta de los lazos que
lo rodean y lo mantienen en pie. Estos lazos, en muchas ocasiones, tienen forma
de palabras. La palabra es consuelo. La palabra inteligible, quiero decir. Al
escuchar una voz o al emitirla sabiéndose escuchado, uno abandona en cierta
medida la intemperie que es consustancial a la vida humana. Hay un suelo, un
sol y una palabra natales, que son aquellos elementos que nos mantienen
tranquilos sobre la tierra.
13
«Todos tenemos una biografía. No hay
una biografía que sea más interesante que otra. Por lo tanto, no me interesan
las autobiografías», escucho. Escribir una autobiografía no es dar por supuesto
que tu vida es más interesante que la de los demás. Escribir una autobiografía
consiste en extraer de tu propia experiencia vivida el material que te servirá
para labrar un estilo. Con frecuencia, el interés de una autobiografía no viene
dado por lo que se cuenta en ella, sino por la belleza de la voz que suena en
sus páginas.
14
Tocar de
peus a terra; tocar, amb les mans, les mans dels homes. En aquesta comunió amb
les coses i els altres, hi ha l’ideal —si és que encara es parla d’ideal.
15
Mi deseo sería estar en contacto con pocos
amigos pero cuidar muy atentamente a estos happy few.
16
Detrás del cuento chino de la
apropiación cultural, se esconde una idea de pureza ya bastante vieja,
obsoleta, además de ingenua. Como remarca Joep Maria Esquirol en La
resistència íntima, la creación no necesita pureza, sino silencio. Los hay
que, ante su propia incapacidad para cambiar la realidad, intentan cambiar el
arte, como si eso fuese a suponer alguna mejora.
17
El estilo de Adorno, lejos de
recordar a un hombre que habla, hace pensar en un plano secuencia que te
conduce a través de la oscuridad, firme en sus movimientos, paradójico y
complejo en lo que te va mostrando. Puede que los textos de Adorno me resulten
muy sugerentes a la vez que dudo de que los esté entendiendo lo más mínimo.
OBRA DE GUSTAV KLIMT.
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