Si
es verdad que estoy cayendo, ayer tuve evidencias de que es así. Hoy me
despierto menos triste. La luz que entra por la ventana de mi habitación, a las
nueve, es suave y elegante. Voy a hacer algunos recados por Mataró. Si las
palomas se pudieran plantear dejar de volar, más de una caería fulminada al
suelo.
Por
la noche, salgo de fiesta a Apolo con Aleix. Discutimos —por poco me echo a
llorar en medio de la pista—, nos reconciliamos, bailamos. Duermo en su casa.
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