1
En una entrevista que concede a
Vogue, Anohni comenta que, si solo pensamos en la identidad, el mundo se nos
pasará de largo. Me pregunto qué incidencia podemos tener sobre el mundo. Más
allá del activismo, creo que todo aquel que cumple con sus deberes y
obligaciones y trabaja vocacional y satisfactoriamente está haciendo un bien.
Quizá el mundo pasa de largo para quienes pretenden cambiarlo de arriba abajo.
2
Sigo leyendo a Montaigne. En el
primer libro de Los ensayos, anota: «Yo me guardaré, si puedo, de que mi
muerte diga nada que primero no haya dicho mi vida, y abiertamente.» Habla de
vivir sin secretos, según lo interpreto yo. Hoy en día, se critica la
transparencia porque se la cree síntoma de una sociedad aséptica, desalmada,
fría… Warhol ya decía que todo lo que él era, todo lo que se podía saber de él,
consistía en lo que se veía. Valéry, antes, había dicho que aquello que hay de
más profundo en el hombre era la piel; Merleau-Ponty consideraba que él era su
cuerpo. Ante el inconsciente, ante el misterio de la vida, ante las estructuras
ocultas del poder, ante lo no manifiesto… Ante tantas cosas escondidas, me
gusta pensar que hay algo que se puede conocer. Los mensajes de Montaigne,
Warhol, Valéry o Merleau-Ponty son realmente esperanzadores.
3
Montaigne también escribe: «El alma
que no tiene un objetivo establecido se pierde.» Tal vez lo importante es el
hecho de que nos marquemos un objetivo, y no tanto qué objetivo sea. Un hombre
no es maravilloso por sus actos, sino por la particularidad de estos, por
aquello de inconfundible y característico que hay en su trabajo y que no podría
ser repetido. Lo que me asusta de un mundo plenamente industrial es que la
gente que lo habitamos olvidemos que estamos rodeados de objetos únicos y que
nosotros mismos lo somos; la producción en serie no debería definir nuestro
modo de ver el mundo, seguramente.
4
En The Bling Ring, Emma Watson
interpreta a una joven que se ha aprendido de carrerilla el discurso místico que
su madre ha tratado de inculcarle. Me fijo en que muchas cosas que ella dice
las podría haber dicho yo mismo. ¿Qué diferencia hay entre las palabras del
personaje de Watson y las mías? Superficialmente, ninguna. Profundamente, no lo
sé.
5
Amaba
tanto a mi canguro que las palabras no servirían para decir cuánto. Era una
señora que siempre se había dedicado a cuidar niños. Justo antes de empezar a
hacerse cargo de mí, se había quedado embarazada y había dedicado unos meses a
estar con su hijo. No sonreía demasiado, pero respondía a mis carantoñas; eso
era más que suficiente.
Algunas
de las cosas que hacía no le gustaban a mamá. Por ejemplo, que fumase. Que
fumase delante de mí. Siempre fumaba delante de mí, mientras desayunábamos o
estábamos en el parque. Ella no me pedía que no le dijese nada a mamá porque ya
sabía que no le diría nada: estaba tan acostumbrado al humo que la rodeaba que
no creía que fuese algo importante. A veces, le tapaba la boca cuando quería
espirar y le salía por la nariz muy sinuosamente. Esperaba que, algún día, se
le fuese por otro conducto y le saliese por las orejas.
Cuando
ella y mamá discutían, no las escuchaba. Solía estar a su alrededor, pero nunca
prestaba atención a sus conversaciones. Solo me interesaba cuando hablaban de mí.
Mi canguro creía que, cuando no me apetecía dormir, no tenía por qué hacerlo;
mamá, en cambio, era una acérrima defensora de la siesta y opinaba que los
niños tenían que irse a la cama aunque después no durmiesen. Me daba igual
acostarme o no acostarme: cuando no podía conciliar el sueño, cogía uno de mis
muñecos ―un pato― y me aplicaba a fondo en arrancarle los ojos de botones con
los dientes. Podía pasarme horas mordiendo ese juguete; si, finalmente,
conseguía sacarle los ojos o descuajarle alguna parte, se lo llevaba a mamá y
ella me lo volvía a coser.
6
Siempre
habrá quien brille más, quien lleve esa misma prenda mejor que yo. Aunque lo
sé, a ratos lo olvido. Luego, vuelvo a ver a esos chicos que son casi como
estrellas, bajo las luces de una discoteca o en pleno centro de Barcelona de
día, y recuerdo mi condición. También la recuerdo cuando me reflejo en el
cristal de un coche, en el espejo de una tienda, en cualquier sitio, y me doy
cuenta de lo pequeño que soy, de la desproporción de mis rasgos, de todo. Hace
unos meses, salí de fiesta por Apolo con Abril y los dos nos vestimos de negro;
dentro de la discoteca, me fijé en otra pareja (chica y chico asimismo) que
vestían completamente de negro; mi mirada recayó sobre él, pero en seguida fue
a parar a otro punto, ya que me di cuenta de que había una diferencia abismal
entre cómo se ajustaba la ropa oscura a su cuerpo y cómo se ajustaba al mío.
Aún recuerdo a esa pareja, sumida en la oscuridad de un rincón de Apolo, como
no queriéndose hacer notar; fue una visión preciosa.
7
Hay
que dejar que sean los demás quienes se interesen por nosotros. De lo
contrario, solo encontraremos irritación en nuestras relaciones sociales. Ya lo
decía Warhol: «En el momento en que decidí que prefería estar solo y no
contarle a nadie mis problemas, todos los que antes ni siquiera había visto
empezaron a perseguirme para contarme cosas de las que acababa de decidir que
mejor sería no saber nada.» Un poco más adelante, resume: «Tan pronto como
dejas de querer algo, lo consigues.» Tristemente cierto. No hay motivo por el
que preocuparse: si no eres tú quien se interesa por alguien determinado, quizá
sea ese mismo alguien quien, en el momento más inesperado, se te acerque; la
vida da muchas vueltas, la vida es muy larga, la batería de personas a quienes
podemos llamar la atención es reducida, pero el hecho de vivir en el mismo
mundo que aquellos en quienes nos fijamos ya nos asegura la posibilidad de que,
algún día, reparen en nosotros.
8
Un ejemplo sustraído de la historia
de la filosofía que apoye la idea de la superioridad de lo mental sobre lo
corporal podría ser el de las sectas orficopitagóricas, que, en tiempos
remotos, ya consideraban que el bien divino se albergaba en la mente mientras
que el mal se hallaba en el cuerpo; yendo más allá, los miembros de estas
sectas consideraban que se debía buscar la pureza del alma humana y que uno de
los modos de conseguirlo consistía en renegar de los bienes materiales.
El dualismo entre la mente y el
cuerpo es fácilmente cuestionable desde el momento en que se entiende que la
actividad mental, en parte, consiste en la reverberación de los estímulos que
recibimos sobre el cuerpo. No hay una desconexión entre la dimensión mental y
la corpórea, puesto que su relación es necesaria para que exista el ser humano
y se encuentran en interacción constante; más dudoso todavía sería afirmar que
se establece una jerarquía entre ambas, basándonos también en el argumento de
que la existencia de una es imprescindible para la existencia de la otra.
Podríamos entender la sumisión del
cuerpo a la mente como un recurso propio de ciertas jerarquías de poder para
legitimarse a ellas mismas: si alguien que proviene de una clase social
acomodada ha podido acceder al conocimiento intelectual y alguien perteneciente
a las clases subalternas no ha podido gozar de este privilegio, el primero
entenderá su atributos como aquello que justifica su posición positiva; esto
hará que tanto el uno como el otro ignoren que el desarrollo mental que ha
podido llevar a cabo el primero no es la causa de su lugar privilegiado en la
sociedad, sino consecuencia del azar y poder que le ha llevado a nacer en una
familia que se pudiese permitir sus estudios.
9
Estudio diez poemas de Ausiàs March
para un examen. No me cabe duda de que «Lleixant a part l’estil dels trobadors»
es el más delicado y hermoso de todos ellos. Lejos de usar un vocabulario
especializado o recrearse en el dolor, en él, March exhibe la que considero su
mejor faceta: la de cortesano, la de hombre de sociedad. Cada estrofa es una
pieza de encaje que se enlaza con la siguiente a través de imágenes frívolas,
como la de una castidad equívoca o la de la «pasta» con que la dama a quien se
dirige el poema está hecha. Me imagino a March como un divo. Quizá habría
impresionado más en una corte del siglo XVIII que en una del XV.
10
Resulta peligroso distinguir la
apariencia de las cosas de la realidad de las cosas. Miles de veces hemos oído
lo siguiente: «Yo voy más allá de lo aparente: busco lo real.» En verdad, no
hay una desconexión total entre lo aparente y lo real. Accedemos a la realidad
a través de su apariencia, a través de unas formas. Cuerpo y alma, forma e idea
son todo uno. Los filósofos, por ejemplo, aprehenden o transmiten ideas a
través de metáforas, de figuras retóricas.
11
Si temes cómo los demás reaccionarán
a lo que hagas, pregúntate cómo te trataron tus padres. Es el consejo que me
doy a mí mismo. Quizá no sirva a todo el mundo, pero supongo que sería útil a
quienes ya sospechan la gran incidencia de sus padres en el carácter que han
acabado teniendo.
12
Querría escribir una novela cuyo
protagonista fuese una mujer, pero no puedo hacerlo. No sé qué es el cuerpo de
una mujer. El alma de una mujer, en cambio, lo conozco, puesto que está en mí
desde antes de que empezara a escribir.
13
No estudio Filología Catalana y
escribo en castellano, sino que estudio Filología Catalana porque escribo en
castellano. Tanto el catalán como el castellano son mis lenguas maternas,
aunque solo el castellano es mi lengua literaria. Puesto que siempre —cuando
digo siempre quiero decir «prácticamente durante los últimos nueve
años»— he escrito y leído en castellano, al entrar en la universidad, sentí la
necesidad de equilibrar la balanza entre las dos lenguas que conforman mi
pensamiento y estudiar el catalán y su literatura. Algunos podrán cuestionar mi
decisión —en realidad, ya lo han hecho: hace unos meses, una chica que acababa
de conocer y que me empezó a fotografiar porque debía tener cierta inquietud
artística me dijo que debería sentirme afortunado de tener una lengua materna
como el catalán, que debería defenderla y escribir en ella—, pero no estoy aquí
para escucharlos.
El hombre como goteo
No nacemos agotados, siempre nos han
agotado. Dicen que vivimos en el constante agotamiento. Si agotar es sacar las
últimas gotas, ¿por qué no luchar para preservarlas? No agotar, no acabar.
Disfrutar con el goteo, que es lo mismo que decir disfrutar con el proceso.
Guardar las últimas gotas del vaso, la última línea antes de terminar un
relato, el trazo final. Hay algo realmente bello en lo inacabado. Todas las
obras, en cierta forma, permanecen abiertas: son fuentes inagotables. Es propio
del hombre no agotarse totalmente. Con un solo cambio de actitud, uno puede
darse cuenta de que le quedan unas gotas para sonreír, para crear, para
empezar, para ceder el paso. Además, ¿no es hermoso pensar que el hombre es una
gota? Tan pequeño, tan discreto. Su paso por la tierra recuerda a un granito de
arena.
30-V-2017
La vida ideal. Cuando nos enamoramos,
tendemos a idealizar la vida de la persona amada. Hay gente que idealiza más y
gente que idealiza menos. Un síntoma de ser muy idealista puede ser venerar a
tus ídolos en extremo. Entiendo por idealizar creer que algo real es tan
perfecto como una idea; en realidad, nuestro mundo no está hecho de ideas, sino
de cuerpos; «Yo soy mi cuerpo», dijo Merleau-Ponty, repito.
-
No tienes por qué opinar sobre todo,
pesado. Andy Warhol respondía a algunas entrevistas con monosílabos. En una
entrevista, Joan-Carles Mèlich recordaba que nos hemos acostumbrado a opinar
sobre todo. Que no se me malinterprete: esto no tiene nada que ver con hablar
sin tener ni puta idea, que es importante y sano.
14
Nunca es el momento adecuado. ¿Para
qué? Para muchas de las cosas que desearíamos hacer. Sin por ello dejar de ser
pacientes, deberíamos prestar atención a lo que realmente queremos hacer a cada
momento y responder a nuestro anhelo conciliándolo con lo que ya hacemos o
renunciando a algo de lo que hacemos para darle cabida.
29-III-2018
Nota antes de entrar en la discoteca.
Estoy en el bar de antes de entrar en la discoteca, el Innobar. No tengo gran
cosa sobre la que escribir, pero me pareció original coger el móvil en este
momento y empezar esta nota. Mis amigas están en el baño. A mi alrededor, voces
alegres.
Francisco y las olas
Francisco es un marinero de sonrisa
fácil. Su barco había atracado en el puerto de Barcelona esa misma tarde. Paseó
por la orilla de la playa y acabó durmiéndose en la arena. Una hora más tarde,
cuando despertó, las olas brumosas le habían cubierto de arriba abajo. Se llevó
una mano a la cara, pero no notó ni su nariz, ni sus labios, ni sus ojos: el
agua le había borrado todos sus rasgos.
Mi abuela paterna
Mi abuela, hace unos años, sacó dos
fotos de carné suyas del monedero y me las enseñó. Las miraba con cierta
sorpresa. «¿Has visto cuánto he cambiado?» En una foto, la más antigua, su cara
era como de piedra, muy tersa. En la otra, parecía como hecha de pringue.
La finitud y lo esencial
Mucha gente vive como si ignorase que
algún día morirá. No tener presente la finitud humana hace que, a veces, nos
enredemos en líos que, en realidad, no querríamos vivir. Pensar en nuestra
propia muerte es una forma de trazar un camino: un camino hacia las cosas
esenciales. Puesto que algún día moriremos, conviene discernir lo que realmente
importa de lo que nos ha sido añadido torpemente.
¿Y qué es lo esencial? Es cierto que
gran parte de lo que nos han enseñado que es esencial, en realidad, es una
construcción cultural; por eso ahora no hablamos de la esencia humana
sino de la condición humana. Una de las labores del hombre debería
consistir en descubrir lo verdaderamente esencial a través de la reflexión y el
ejercicio. Sí, suena algo contradictorio decir que no hay nada esencial en el
ser humano y al mismo tiempo reivindicar la búsqueda de lo esencial, pero la
cuestión de fondo es que, mientras seamos conscientes de que el hombre no está
predeterminado, podemos atrevernos a considerar ciertas cosas esenciales porque
la experiencia que tenemos de ellas es profunda y transformadora.
La segunda mirada
Se tiene que volver sobre las obras
que uno ha hecho. ¿Pero cuándo? No demasiado pronto: nuestra mirada podría
estar demasiado familiarizada con una obra como para reconocer lo que de buenas
a primeras no muestra. Tampoco demasiado tarde: es fácil olvidar qué quisimos
transmitir con una obra determinada porque, seguramente, mientras la hacíamos,
no teníamos demasiado claro cuál era nuestro mensaje.
Utilidad y comunidad
No saldré de este sitio hasta que me
respondáis una pregunta: ¿puedo hacer algo por vosotros? No, no riais, hablo
muy en serio. ¿Puedo? Empezaría por miraros y, así, comprendería cómo
funcionáis, cómo movéis los ojos de un lado a otro antes de echaros a andar. En
un principio, me quedaría muy quieto, como si estuviera absorto en un detalle
distante, pero, después, al cabo de unos años, me atrevería a poner las manos
sobre vuestros cuellos y daros la caricia que no queréis pero agradeceréis, y
consolaros con las palabras que he aprendido en este tiempo, y saber cómo
escuchar algunas de vuestras palabras puesto que ya habría empezado a
comprenderos.
Irracionalidad
Nuestro rostro mismo nos habla de
cómo conocemos —y no conocemos— la realidad: lo racional y lo irracional, lo
mismo y lo otro. Sí, tenemos dos labios, dos mejillas, dos orejas, dos alitas
de la nariz, dos ojos, dos cejas. Y, sin embargo, tenemos una sola frente: ese
lugar que ya los griegos habían asociado con el intelecto aparece sin
acompañante, de manera que probablemente tengamos que ser nosotros mismos
quienes, a fuerza de voluntad, introduzcamos la alteridad en el ejercicio de la
razón.
22-III-2018
Se sentía completamente separado de
toda esa gente. La mochila que cargaba a la espalda tenía una cremallera de
metal que tintineaba cuando andaba; se veía a sí mismo como uno de esos
apestados que, en el Londres de 1665, llevaban una campana con la que
anunciaban su llegada.
15
Ir con cascos por el mundo es un
indicio de pasotismo bastante flagrante.
16
Le subió una sonrisa a los labios,
pero después se puso una mano delante de la boca e hizo como si estornudara.
17
Me parece que, aunque sepamos
perdonar, la vida con los demás puede volverse insoportable si no aprendemos a
olvidar.
18
Encontrarse siempre en la infancia y
la vejez, nunca entre la una y la otra.
19
No creo tanto en las estadísticas
como en las historias que los demás me cuentan.
20
Entre salivar demasiado y morir,
elijo salivar.
21
Llegeixo
Música per camaleons, de Truman Capote. Si això tan perfecte i ben
pensat és literatura, fa temps que el que escric ni es pot considerar
literatura ni és digne de ser anomenat paraula. És possible que la literatura
demani una exigència que no he sabut mantenir.
23-III-2018
El mejor escritor no es el que dedica
todos sus días y todos sus pensamientos a la escritura. Pol estaba decidido a
convertirse en la gran promesa de las letras de su tiempo. Con tal de escribir
mucho, en cuestión de meses, renunció a la mayoría de cosas que hacía y que le
gustaban, como salir de fiesta, ir al gimnasio o ir a la universidad. Se
encerró en su casa, decidido a no salir hasta que contase con un estilo propio
que le sirviese para crear grandes, grandísimas novelas. Cerró con doble
vuelta, bajó las persianas, abrió un cuaderno y garabateó durante horas. Estuvo
varias semanas enclaustrado, sin hablar con nadie, tan solo escribiendo. Si
bien notaba que sus textos distaban de aquello que se llama arte, le
habría resultado fácil rechazar etiquetas como la de arte o literatura y
limitarse a escribir lo que el cuerpo le pidiese; temía, sin embargo, que, al
seguir ese camino, acabase volviéndose un vicioso, un onanista. Prefería seguir
luchando por lo artístico, lo literario. Pasaron los meses y él aún llenaba páginas.
Cuando se dio cuenta de que todos esos esfuerzos no le servirían para alcanzar
algunos innombrables que incluso los grandes escritores tan solo habían
intuido, ya era demasiado tarde como para volver a andar bajo la luz del sol.
22
Las ideas predominantes tienen a ver
con quienes creen haber encontrado la verdad, y no con quienes la buscan
sabiendo que solo la conseguirán parcialmente.
23
El semáforo se puso en verde y toda
la gente se abalanzó sobre el paso de cebra como una manada de leones.
24
Conversación con Abril. No nos
apetece ir a clase si no vamos con amigos. El conocimiento, si no puede ser
compartido, si no puede ser celebrado, parece inútil. El conocimiento es una
complicidad.
25
La diferencia entre una crítica
negativa y una crítica destructiva es una diferencia de tono. La negativa es
inspiradora, generadora: con ella, la persona a quien se dirige puede llegar a
entender qué camino debe seguir de entonces en adelante. La destructiva es
paralizante: incluso si no pretende hacer daño, lo hace; solo sirve para
inmovilizar al creador, reducirlo al estatismo perezoso, impedirle desplegarse
como él querría.
26-III-2018
El problema central de la juventud es
la belleza.
26-III-2018
Cuanta más paciencia y esperanza,
menos desesperación. Lo más frecuente es que la desesperación sea inútil. En un
primer momento, la desesperación tenía que ver con el instinto de supervivencia
y la percepción del peligro; luego, la hicimos extensible a las preocupaciones
más banales.
26
El silencio de una foto de Brassaï.
29-III-2018
Expresiones del tipo «Todo es X.»
(«Todo es dinero», «Todo es sufrimiento», «Todo es sufrimiento», «Todo es
amor», «Todo es caos») parece que claramente enuncien algo objetivo, cuando, en
realidad, lo que hacen es revelar el estado de ánimo de quien las pronuncia
reflejándose en la realidad.
27
Si, andando por la calle, alzásemos
la mirada hacia las ventanas de los edificios con más frecuencia, veríamos que,
detrás de muchas de ellas, hay personas que observan. Quietas, como gatos,
disfrutan viendo el ajetreo urbano.
28
La infancia y la vejez se tocan.
29
La belleza física es una cuestión de
estatuas y de adolescentes. La belleza —en general, entendiéndola sin
restricciones— afecta toda la vida, todos los días de la vida, y se relaciona
con eso tan mundano que llamamos estética, es decir, la ciencia —mejor
dicho: el arte— de los sentidos.
En presencia de las flores
Hasta pronto.
Cordialmente, Xavier.
Carnalmente, un poco de materia.
Como el agua de la ducha.
Como las flores del patio.
Cordialmente, yo.
Carnalmente, todo.
Como los pliegues de mis párpados.
Como el rosa de mis mejillas.
30
Uno tiene que expresarse como si
fuera un niño y pensar como si fuera un anciano. Esta obligación no puede
sistematizarse fácilmente, pero conviene recordarla de vez en cuando para dejar
de ahogarse en el caos del mundo adulto.
31
Pero, dime, mamá, ¿por qué tengo que
ser tan feo? No es algo que constantemente me preocupe, pero cada día veo a
chicos que andan por la calle con una rosa en los labios y esmeraldas en los
ojos. ¿Cómo seguir viviendo si sé que eso está allí fuera? Es superior a mí. Su
belleza es tan grave que duele; me duele.
11-IV-2018
La bocina de los coches muestra el
absurdo de nuestros tiempos. Traducido, su sonido quiere decir: «¡Date prisa,
que llego tarde a mi muerte!»
12-IV-2018
Las redes sociales nos tienen cogidos
por los cojones. ¿Vivimos porque queremos hacer fotos o hacemos fotos porque
vivimos? La fotografía artística puede ser artificial, pero, ahora, no existe
tan solo la fotografía artística, profesional: todo el mundo hace fotos, porque
son una forma de volver perdurable lo que el presente tiene de visible. Sin
embargo, si escogemos las experiencias por las que pasaremos en función de las
fotos que nos permitirán hacer, ¿estamos obrando razonablemente? Las redes
sociales nos han atado de manos y pies, pero nosotros, como buenos rehenes,
amamos estos nudos.
13-IV-2018
He comprobado en mis propias carnes
que la generación está muy cerca de la degeneración, que los excesos aceleran
el proceso de pérdida de las cosas, que se debe aspirar a una cierta medianía
para respetar las cosas tal como son y para respetarse a uno mismo.
La vida siempre es cambio, pero solo
será caída para quienes la interpreten y experimenten de ese modo. Renunciar a
los modelos de éxito que nos han inculcado nos llevará a ver el sentido de los
fracasos que vamos repitiendo sin solución de continuidad.
Las noches oscuras del alma… ¿No
deberíamos hablar más bien de las noches oscuras de la condición humana? La
imagen de la luz es extremamente poderosa: una linterna o una vela parece que
creen la realidad, proyectando la luz sobre objetos que, en la oscuridad, se
creerían informes. ¿Qué es el pensamiento? Ni más ni menos que una linterna. Y,
sin embargo, es una linterna a la que siempre le quedan pocas pilas, que
siempre está al borde del desgaste. ¿Qué debemos hacer cuando una linterna se
apaga? Bien. Los demás están a nuestro alrededor para esas ocasiones. El
prójimo no te proveerá de pilas nuevas, pero será generoso con su calor porque
su bondad es un reflejo de la que tú has concedido al mundo. Gracias a los
demás por existir; gracias al otro por ser otro, allí, en el mundo, en una
intemperie común.
32
Idea. Realismo ilustrado.
33
Idea. Herbolario moral.
4-IV-2018
Vivimos en tiempos de inmediatez
material y de mediatez virtual. Inmediatez material: lo podemos tener todo al
momento, de manera que hemos dejado de valorar el proceso que se seguía para
obtener el objeto deseado en el pasado; esta cuestión es de gran
importancia porque afecta algo tan fundamental como el deseo. Mediatez virtual:
vivimos a través de nuestras pantallas, nuestros deseos surgen a partir de los
estímulos de las redes sociales; hay un cierto abandono del mundo físico que,
si bien no es de por sí malo, puede llevar a una degeneración de la experiencia
humana.
9-IV-2018
Suena triste, pero he tenido más
suerte olvidando a algunas personas que cambiando mis relaciones con ellas.
10-IV-2018
El aforismo —vaya, el tuit— y la
imagen son a nuestros tiempos lo que el tacto es al ciego.
34
Ser demasiado sensible a la belleza
física suele traer problemas.
35
Cuando uno empieza a fundirse en la
masa, deja de ver cosas criticables en el mundo. Hay una tensión entre ser un
gruñón y subsumirse a la masa, dejarse llevar y tener la impresión de que todo
está bien.
36
Las fotos que tienen más likes en
Instagram son selfies. Las pinturas que gustan más suelen ser retratos. Nos
interesan las novelas cuando están habitadas por sus personajes. Hay una
insistencia, una tendencia de los hombres a ir hacia los demás hombres, a
reconocer el rostro del otro, a preguntarse cómo son las subjetividades que no
son la propia.
37
Dejad a los jóvenes ser vanidosos,
dejad a la lluvia caer en lugar de ascender.
13-IV-2018
Hay dos formas de actuar en el
enamoramiento que hacen pensar en dos caracteres distintos: saludar por
WhatsApp a la persona de la que estás enamorado cuando te apetece hacerlo o
bien poner una historia en Instagram de algún libro, canción, lo que sea, que
tenga que ver con la persona en cuestión y que la fuerce a enviarte un mensaje.
14-IV-2018
Los libros huelen a postres: de nata,
de mantequilla, de crema.
38
¿Pero qué es exactamente la juventud?
¿Estudiar durante una tarde de sábado? ¿Salir de fiesta y emborracharse? No hay
respuesta. ¿Cuándo se da la juventud? ¿Seré ya un anciano? Si la juventud es
sexo, no estoy siendo joven. Si la juventud es estar siempre con amigos,
tampoco así lo estoy siendo. Bajo el cielo gris de hoy, me pregunto si no habrá
pasado de largo la juventud que me imaginaba a los catorce años. Por más giros
que haya ido dando mi vida, siempre acabo volviendo a una situación
terroríficamente similar: mi soledad, mi egoísmo, mi tristeza. ¿De ahora en
adelante, todo seguirá consistiendo en una repetición? Quizá mi día a día solo
es una repetición porque quiero verlo como tal, pero lo que en el fondo me saca
de quicio es tener que admitir que nunca viviré unas experiencias completamente
alejadas de la realidad que he conocido. ¿La imaginación es la única salvación
posible? Sería insoportable pensar que lo único que hace amena la vida es la
evasión a través de los libros y las pelis. Debe haber algo más, algo que esté
cerca de uno mismo y lejos del exterior.
15-IV-2018
Me despierto por la mañana porque me
despierto por la mañana. Nadie me ha dejado escoger. El camino solo tiene una
dirección. Hay algo realmente raro, realmente estúpido, en no haber pensado
nunca en el suicidio.
20-IV-2018
Prefiero ser radicalmente sincero y
clásico a ser absurdamente original, innovador.
27-IV-2018
En el planeta de los torsos, no hay
sitio para las palabras. En este planeta, tan solo existe el placer y el
silencio que lo sigue.
28-IV-2018
Fíjate, sigo en la barra, pidiendo
cubatas. Ahora los subidones son menos y las resacas más graves. Solo había
querido ser una señora de melena larga y rubia, que saliese en el Hola
de la mano de sus dos hijas con trencitas largas y rubias, con un titular
enorme: «Desde que me casé, mi vida está llena de luz.»
39
No hace falta poetizar la realidad
porque ya viene poetizada de fábrica. Lo que hace el escritor es desbrozar,
escoger el elemento característico de una realidad ya de por sí poética que
pueda expresarla con más atino a través de la lengua.
1-V-2018
Me temo que nunca te lo podré decir
mirándote a los ojos, papá, pero la dulzura y la comprensión con que has
observado todo lo que he hecho me han convertido en una mejor persona. No sé
cuándo nos tendremos que separar, pero noto que tu protección, tus alas
blancas, estarán dando círculos sobre mi cabeza hasta el día que muera. Gracias
por tanta luz. En ningún otro hombre he encontrado una ternura igual, aunque a
veces la he esperado.
40
No podemos prometer la verdad, pero
podemos prometer que seremos sinceros.
41
Cuando uno quiere ser sincero,
empieza a sospechar que está yendo por el buen camino. A diario, nos topamos
con las tentaciones de la vanidad: el culto a uno mismo, la fama… Es fácil
desear todo aquello que, en su superficie, resplandece. Algunas personas son
más propensas que otras a esas tentaciones. Yo me considero propenso: siempre
he querido el reconocimiento del público, la «gloria», y no estoy seguro de que
pueda dominar por completo un deseo que se ha mantenido tan constante en mí.
¿Dónde está su origen? No lo sé. Quizá fui un niño con demasiados pocos amigos
y, ya desde la infancia, alimenté este anhelo de elogios, aplausos, la
aprobación general. Algunos días, me pregunto si no sería mejor que escribiese
textos que pudiesen gustar a mucha gente. ¿Sería capaz de hacerlo? Hace cinco
años, creo que sí, porque entonces mi gusto estaba más cerca del de la
generalidad de la gente. Ahora, me pasa que no sé exactamente qué es lo que
gusta a las masas y me veo más y más conducido a escribir de una única forma
posible: siéndome fiel a mí mismo.
Aunque lo parezca, no intento echarme
rosas. Estoy hablando de que soy incapaz de escribir algo del agrado de
todos. ¿Soy, de paso, incapaz de comunicarme? A mi yo del pasado, ese yo que
empezaba a escribir, le habría decepcionado saber que no escribiría para
millones de lectores. Ahora, a medida que me alejo de mis primeras ilusiones,
entro en sendas que me dan un poco de miedo: ¿lo que hago es literatura? Si no
lo es, ¿igualmente puede ser bueno? No estoy seguro de nada y noto que la
última crítica negativa que he recibido, más que alentarme para que escribiera
mejor, me ha inmovilizado. Quizá hace unos meses podía escribir dos o tres
páginas mediocres al día, pero es que ahora puedo estar agradecido por un
párrafo de mierda a la semana.
¿Qué me depara el futuro? Me falta
imaginación incluso para fantasear con un dulce porvenir. Me gustaría que este
gris que ha ido tiñendo mi vida se evaporara un poco, pero ignoro en qué
dirección debo andar para que así sea. Estos días, apenas leo, porque ya no me
veo capaz de dar a luz a nuevos libros y las obras de los demás solo consiguen
despertarme envidia. Si queréis considerarme un jodido vanidoso y alguien falto
de talento por lo que estoy diciendo, adelante, hacedlo: dejad de leerme y no
volváis. Algunos considerarán que mis sentimientos son muy huecos o incluso
viles, pero lo que cada vez voy teniendo más claro es que no escribo para esas
personas. Siempre habrá quien me crea un mal escritor, un impostor, un infeliz,
lo que sea. Espero que, en el futuro, pueda consolarme con tener dos o tres
lectores. Al fin y al cabo, escribimos para otro, sin importar que este tenga
una sola cabeza o tropecientas mil.
Veinte años
Día de mi aniversario. Cumplo veinte
años. Llegados a este punto, ¿conoceré algo nuevo? ¿Los mayores cambios no
sucedían entre la infancia y la juventud? Me da miedo pensar que nunca podré
ser todo lo opuesto a lo que soy ahora. ¿Estoy destinado a vivir siempre lo
mismo que ya he vivido? La idea es, cuanto menos, siniestra.
Otro comienzo
Adán podría no haber conocido a Eva.
Ella habría salido de su costilla y, disgustada por su aspecto, habría huido
muy lejos del Paraíso. Adán habría vivido en soledad, entre las montañas,
durante algunos años y, después, habría muerto. No habría sabido lo que es el
amor y, por tanto, no le habría extrañado no tenerlo. Habría depositado sus
sentimientos en las cosas que le rodeasen y habría dormido acurrucado en un
rosal.
13-V-2018
Se nos piden hechos, y no palabras;
que actuemos, y no que pensemos. Pareceríamos abocados a una huida hacia
adelante. Y, sin embargo, en medio de toda esta presión, surgen expresiones en
auxilio del verbo: «ser un hombre de palabra», «dar tu palabra a alguien». La
palabra puede ser una promesa, puede ayudar a definir la esperanza. Asimismo,
también actúa sobre el presente: a través de las palabras, mostramos nuestra
comprensión del mundo, y es a través de la comprensión de una situación que
podemos llegar a cambiarla. Si las palabras no fuesen transformadoras, todos
seríamos iguales; la realidad consistiría en una masa homogénea y sin color,
sin hombres, muda.
14-V-2018
«¿Pero tú a qué hora del día
escribes?», le pregunté a Laura. «A ninguna en concreto. Solo escribo cuando
tengo algo que decir.» Tan simple como eso. Al menos parecía simple. Su estilo
era apasionado, nadie habría dudado de que lo que ella escribía era literatura.
¿Debía imitarla? ¿Era eso lo que hacían todos los autores? Si la literatura era
lo que se escribía cuando se estaba inspirado, nunca conseguiría hacer algo
literario, puesto que yo me ponía a escribir siempre que no tuviera un motivo
para hacerlo.
24-V-2018
Rompí un mueble de mis padres sin
querer. «Lo hemos tenido durante veinte años, y ahora…», dijo mi madre, tirando
los trozos a la basura. Lo había hecho sin querer, insisto. Me di cuenta de
cuán fácil es hacer daño cuando no se intenta hacer las cosas ni bien ni mal.
Nos deberíamos exigir el cuidado, ser cuidadosos. No solo resistir contra el
mal, sino buscar la bondad.
25-V-2018
No pertenezcamos a una nación ni dejemos
de pertenecer a una nación. Tampoco seamos ciudadanos del mundo. Limitémonos a
pertenecer al lugar concreto en que nos hallamos en este momento, entre los
hombres, sobre el suelo, con cierto contento.
26-V-2018
¿Existe Dios? ¿El hombre tiene una
esencia? Son preguntas ante las que no creo que quepa dar una respuesta
rotundamente afirmativa o negativa. No obstante, a diario veo a gente que se
posiciona en un lado o en el otro. ¿Cómo es posible? ¿En qué se fundan? No hago
mis preguntas desde el rechazo, sino desde la curiosidad. Mi respeto se reparte
entre los creyentes y los ateos, y no hace falta que lo dé al grupo de los agnósticos
porque es al que pertenezco.
Formularé otra pregunta: ¿las cosas
que rodean al hombre tienen una esencia? Es una pregunta de respuesta mucho más
fácil que las anteriores. Es bastante seguro que el hombre no tiene una esencia
—o, al menos, que no la tiene antes de ponerse a vivir y dársela a sí mismo—,
pero, si bien es difícil hablar de la esencia del hombre porque una parte de un
sistema no puede conocer al sistema mismo o conocerse como parte de este, sí
que es posible definir las cosas que tenemos a nuestro alcance y hacer, así,
que realmente parezcan hechas a nuestra medida.
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Pondré la pecera sobre un gran fuego
y dejaré que los peces vuelen hacia las nubes. Se liberarán, se regodearán en
el suelo azul del cielo. Puesto que ellos no desearon el olvido de sí mismos,
lo tendrán.
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No reconozco más deber que el que yo
mismo me impongo. Solo sé guiarme por el deseo.
Estudios de artes y humanidades
Nos podríamos preguntar por qué los
estudios de artes y humanidades están tan desprestigiados socialmente. Hay
pocos hechos de este tipo que sean casuales. Estos estudios tienen que ver con
la Historia y los hombres, pero, sobre todo, guardan una relación muy estrecha
con los signos —especialmente los símbolos. La pintura, la literatura, la
filosofía... Cuando en una disciplina de estas no encontramos la palabra,
encontramos otro lenguaje.
¿Pero qué es lo que vincula la
naturaleza de estos estudios con su falta de prestigio? Bien. Poca gente quiere
admitir la importancia del lenguaje en su vida o es consciente de esta: nos
pasamos el día comunicándonos a través de lenguajes, pero no nos detenemos a
reflexionar sobre este hecho. Mientras que los estudios de artes y humanidades
han pretendido prestar atención a nuestra relación con el lenguaje y sus
posibilidades, quienes ignoran este vínculo suelen ser quienes no tienen ningún
problema en usar lenguajes prestados, vivir plenamente de los lugares
comunes... Si la razón es puramente verbal, quien usa palabras de otros sin
darse cuenta de que le han sido impuestas pone en riesgo su libertad, la
consciencia de su propia existencia.
44
Si alguien te provoca, puedes
responderle y prender la mecha o bien limitarte a no entrar en el juego.
Conviene considerar las dos opciones. A veces, creemos que nuestra única
posibilidad es contestar, pero contestar es prestar atención, y no todo merece
nuestra atención. Es difícil discernir lo que importa de lo que es
insignificante.
3-VI-2018
Era el cumpleaños de su madre. Toda
la familia se había reunido por la tarde para celebrarlo. En el comedor, reían,
charlaban y hacían ruido. Pero él se había encerrado en la cocina durante un
rato. A través de una ventana, veía cómo la lluvia caía sobre el jardín y
habría preferido estar en otro lugar. ¿Entraría en el comedor? ¿Hablaría con
los demás? No estaba seguro de si era capaz de ello, de si era capaz de actuar
con una perfecta naturalidad. Oía las risas de uno de sus primos: veintiocho
años, una carrera y dos másteres, un carné de conducir, una familia en
construcción; su voz no se quebraba en ninguna conversación. ¿Pero él podría
entrar en la misma sala que su primo y escucharle como si no hubiera ninguna
diferencia entre los dos? Resolvió seguir en la cocina hasta que alguien notase
su ausencia y lo llamase.
6-VI-2018
«Soy un producto.» Esta aseveración,
hace dos siglos, probablemente habría sonado muy extraña. Hoy en día, no nos
sorprende. La hemos escuchado más de una vez. Es más: uno de los cantantes que
encuentro más interesantes del panorama nacional actual, C. Tangana, la repite
allí donde va. ¿Pero qué ocurre con esa afirmación que nos debería preocupar?
Cada vez que alguien la pronuncia, el sentido común se tambalea. ¿Un humano es
un producto de consumo? ¿Un objeto de uso? ¿Un objeto de cambio?
Yo como un producto. El ser humano
como un producto. No termina de sonar bien, ¿verdad? Cuando uno se considera a
sí mismo un producto, la situación no nos alarma, pero, cuando uno empieza a
considerar productos a los demás, las cosas camban un poco. Hay un solo paso
entre el trato que nos damos a nosotros mismos y el trato que damos a los
demás; de ahí la importancia de curarse y cuidarse a uno mismo con tal de poder
curar y cuidar también a quienes nos rodean; de ahí, asimismo, que quien se
odia a sí mismo dirija su frustración hacia los demás. Nada me impide pensar
que ya hemos empezado a considerar productos a los demás: nuestros perfiles en las
redes sociales como Instagram, Facebook o Tinder, puestos en listados (los
buscadores) que muestran nuestro nombre, nuestra foto de perfil y nuestra breve
descripción, recuerdan bastante a los listados de productos de páginas como
Amazon o eBay. En Internet, somos como hormigas: es muy difícil que alguien se
fije en nuestra singularidad, puesto que aparecemos rodeados —casi diría
circundados, delimitados— por miles de perfiles de otros usuarios.
¿Tú como producto? ¿Él como producto?
El paso de la primera persona a la segunda o la tercera es sutil, leve. Parece
que hayamos olvidado uno de los imperativos categóricos de Kant, ese filósofo
que suele caer mal a la gente joven. ¿Qué decía su imperativo? Que tratásemos a
los demás como fines, y no como medios. No hay productos de consumo, no hay
objetos de uso, en este terreno del que estamos hablando.
Podemos vernos a nosotros mismos como
productos, como marcas, pero, si nos creemos demasiado ese discurso, estaremos
cayendo en la trampa de quienes querrían reducir a los hombres a un puro dato,
a mera estadística, a un gancho para obtener dinero. No son pocos quienes
pretenden eso. Nos cabe replantearnos las cosas, regresar un poco a cuando los
hombres se veían como hombres y se reconocían en el prójimo (de hecho, ¿haría
falta regresar? No hemos dejado de ser hombres, por más que
conceptualmente se haya hablado de lo que vendrá después de los humanos). «Soy
una persona» en lugar de «Soy un producto». La proposición que propongo es
menos llamativa, incluso insultantemente obvia, pero quizá podríamos rescatarla
como muestra de dos cosas: la consciencia de los peligros de nuestro mundo,
ante los que siempre deberíamos estar en tensión, y nuestra insistencia en lo
irreductible del ser humano.
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