Ayer,
terminé las clases. Hoy, por la mañana, no sé exactamente qué hacer. Por la
tarde, en un arrebato, tomo el autobús a Barcelona y voy a ver Caras y
lugares, dirigida por Agnès Varda. Nunca antes había estado en los Yelmo
Cines Icaria. Resulta ser un cine decadente, desierto, maloliente. Cuando entro
en la sala de la proyección, no hay nadie. Al cabo de un rato, aparecen tres
personas. He salido de la soledad de mi casa para ir a parar a la soledad de un
cine viejo, no está mal. Acaba apareciendo también una mujer que tose como si
fuese una fumadora experta.
«Sí,
el azar siempre ha sido el mejor de mis asistentes.» «El objetivo es el poder
de la imaginación.» «[Dirigiéndose a Jean-Luc Godard] Y yo te conozco bien. Y
te quiero. Pero eres una rata.» Las frases de Varda a lo largo del filme me impresionan,
me llevan al llanto más de una vez.
Constatación:
los hombres no debieron empezar a vestirse para protegerse de las inclemencias
del tiempo, sino para protegerse de las inclemencias de las miradas. La mirada
de los demás hombres: ¿qué hay que, siendo tan sutil, pueda afectarnos con
tanta intensidad? Una mirada es aprobación, seducción, rechazo, desinterés.
Habría dado alguna que otra amistad hueca a cambio de una mirada fugaz,
preciosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario