«Ya
no valgo para nada | no me quedan más palabras para hablar», canta Guille
Milkyway. ¿Qué hay en estos dos versos que noto que se vincula tan íntimamente
conmigo mismo? Quizá es ese saber que, si bien la vida no tiene un sentido
dado, tampoco he hecho el esfuerzo de convencerme de que podía darle un sentido
yo mismo y, así, convertirme en alguien útil. ¿De dónde saca su resolución la
gente que me rodea? Se mueven con seguridad, como si sus vidas fuesen las
auténticas. Y, sin embargo, unas vidas se contradicen con otras; unas opiniones
se confrontan a otras; las diferencias nos alejan como en una gran explosión
interior, a pesar de que en las ciudades todos estemos tan juntos, tan
apretados, tan hartos los unos de los otros, deseando huir a un paraíso desierto
que nunca llegará.
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