Como que era lunes, mamá me vino a
buscar al colegio. La encontré con las mamás de mis compañeros. Me cogió de la
mano y fuimos hacia casa. Le pregunté qué había para comer, pero aún no tenía
nada pensado. Le conté cómo había sido mi mañana: nos habían hecho pintar una
flor y una profe nos había reñido a la hora del patio. «¿Por qué motivo?»,
preguntó mamá, pero yo tenía una mano en la boca.
A medio camino, encontramos un señor.
Estaba sentado en el suelo, encima de un cartón. Tenía una cajita delante de
los pies y pedía una ayuda, por favor, una ayuda, por favor, señora. Pero mamá
no le hizo caso. Le miré a los ojos: tenía unas legañas enormes; a mí nunca me
habían salido unas tan grandes. «¿Por qué ese señor tiene legañas, mamá?»,
pregunté. Y me dijo que ese señor vivía en la calle, como nosotros vivíamos en
casa.
«¿Y mucha gente vive en la calle?»,
pregunté. Pero mamá, en lugar de responder, me dio un consejo: «Si estudias
mucho y te pones a trabajar, no te saldrán unas legañas como las de ese señor.»
Me quedé pensativo y no añadí nada más hasta que entramos en casa. Fui a buscar
a Gato y estuve jugando con él hasta que mamá me avisó para ir a comer.
Tendré que estudiar mucho para no
tener esas legañas. ¿Pero cuántos años tendré que estudiar? Acabar primaria,
secundaria, bachillerato… ¡Tantos años como dedos tengo en las manos! ¡Eso son
muchos años! Pero, además, a mí me aburre estudiar. Cuando mamá me manda que
haga los deberes, cojo un lápiz y dibujo redondas y triángulos como si
escribiera. Nunca se da cuenta. Luego, en clase, cuando la profe pasa por
delante de mi mesa, levanto mi cuaderno para que no pueda ver qué hay dentro.
Siempre me pongo muy nervioso. Me pongo rojo.
Pero algún día tendré que empezar a
estudiar mucho. Estudiar mucho para, después, trabajar mucho. Trabajar mucho
para no tener unas legañas tan grandes, tan grandes como garbanzos. ¿Ese señor
de la calle debió estudiar mucho para trabajar mucho? No lo creo. Ese señor de
la calle también debía dibujar redondas y triángulos cuando le pedían que
hiciera los deberes. Tengo que dejar de dibujar redondas y triángulos para no
tener legañas como garbanzos; ni pedir una ayuda, señora, una ayuda; ni
sentarme en un cartón como ahora me siento en una sillita pequeñita. Debo
estudiar mucho para trabajar mucho, para ganar mucho.
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