Ayer, acabé de leer un libro de Karl Ove Knausgård. Me parece
que, en lugar de encarnar una nueva masculinidad, se ha resignado a
encarnarla: se avergüenza del lado femenino que la sociedad actual le ha
acercado. Tendremos que buscar a quien admirar en ese sentido por otros sitios.
Son las siete de la tarde y me dirijo hacia Barcelona. El
conductor del autobús no me ha saludado cuando he entrado y conduce un poco
atropelladamente. ¿Qué le pasa a ese hombre? Tengo miedo de que, con solo
mirarme, haya descubierto todo lo malo que hay en mí.
Esta noche, iré a la Churros con Chocolate, en Apolo, con
Abril. Es la primera vez que la llevo a esa fiesta. Salir, salir, salir. Qué
primer año de carrera. Me estaba planteando empezar Filosofía como segunda
carrera el curso que viene, pero, después de haber pasado mi adolescencia
encerrado y concentrado en el estudio, sentiría remordimientos si los exámenes
y trabajos volviesen a ocupar gran parte de mi tiempo. Además de salir, me
dedico a leer; quizá no lea tanto como cuando estaba en el colegio, pero lo
hago más atentamente.
Unos asientos más adelante, un chico con gafas de montura
dorada. Todo lo que tiene color de joya sigue fascinándome, como cuando era un
niño y cogía los anillos y pendientes de mamá.
En Sureña, Abril pide un café solo; combina con su vestido
negro. Pido dos vinos tintos. Luego, cuando ya nos encontramos en el Paral·lel,
vamos a un tal Marcopolo’s y pido una cerveza mientras ella pide un vino
blanco. Le cobran un pastón. Entramos en Apolo y vamos dando vueltas por las
dos salas, como si tuviésemos claro lo que buscamos. Sabía que Abril se
sentiría fuera de lugar en esta fiesta, pero me imaginaba menos que yo también
me sentiría separado de todo lo que me rodea. Las luces apabullantes, las
espaldas sudorosas... No hay nada que me permita una comunión con este lugar y
esta música. Nos topamos con Francesc y un amigo suyo, Adrià. Un argentino me
dice que hay un hombre detrás de él que le ha perseguido durante toda la noche;
le digo que deberá buscarse a un chico con el que disimular. Junto a Abril,
cuando nos acercamos a las cinco de la mañana, empiezan a cantar en plena
calle. He bebido dos cervezas más y he fumado diez cigarrillos; mal. Todo lo hacemos
por cohesión social y, en definitiva, dentro de dos cientos años, no habrá
cohesión social que nos valga para arreglar los desperfectos de la vida que ya
habrá sido completamente consumida. En fin. No me conviene escribir este diario
en el tren, a las seis de la mañana, pero lo hago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario