Esta tarde,
a las siete y media, ha sido la presentación de Feo y descalzo en una
librería de Mataró. Ha ido a cargo de Pere Vàzquez, que ha introducido mi obra con
un breve discurso y me ha cedido la palabra.
Han venido
diez personas, de las cuales no había ninguna desconocida. En cierto modo, lo
veo como un fracaso, o, más ampliamente, como una muestra del fracaso de Feo
y descalzo. Desde el lunes, había estado dudando entre hacer la
presentación o improvisar una excusa y suspenderla. Al final, ha podido más el
compromiso y mi empeño en mantenerlo. Pero yo ya sabía que pasaría algo así:
que la librería se convertiría en un desierto. Me había negado a escribirlo
hasta ahora porque sé que muchas de las cosas que uno piensa no empiezan a
existir hasta que se plasman en una hoja en blanco.
En cualquier
caso, esta indiferencia con que se ha respondido a Feo y descalzo desde
su publicación no me ha hecho ni padecer ni siquiera preocuparme. Me lo tomo
como si el silencio intentara derribar mi resistencia, y yo sigo aquí y así, de
pie.
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