Una mesa de madera ennegrecida por la lluvia
en medio del jardín. Encima de ella, un helado se deshacía y un café con leche
descansaba. Enfrente de estos, nuestro protagonista, sentado en una silla, los
observaba, con los ojos entrecerrados del dormilón que acaba de despertarse de
un largo sueño.
Tras varios minutos embobado por el humo del
café que ascendía hacia el cielo, cogió el postre y empezó a comerlo,
estremeciéndose por lo frío que estaba.
Una vez hubo terminado el cucurucho de
chocolate y vainilla, se vio obligado a agarrar la taza por la punta del
anillo, ya que sino se habría quemado por lo caliente que aún estaba. El primer
trago acarició cada uno de sus dientes, resfriados, y el segundo lo dejó
reposar en su boca unos instantes, saboreándolo con mucho gusto. Antes de que
se diera cuenta en la taza ya no quedaba ni una sola gota de café, solamente había
un puñado de granitos marrones, de los cuales sus deliciosas almas volaron al
ser preparada la bebida.
Me ha encantado el microcuento, enohorabuena !!
ResponderEliminar¿Es autobiografico?
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